A la hora de montar un negocio, quizás hayas tenido el dilema startup vs empresa tradicional. Ambos modelos presentan dos enfoques diferentes para operar y crecer en el mercado. Si no entiendes lo que los define y lo que los separa, es probable que tengas dificultades para adaptarte al entorno empresarial actual. Así que, prepárate para conocerlos a fondo.
Las startups son empresas emergentes con un gran potencial de crecimiento. Centran su actividad en sectores punteros y destacan por su dinamismo y por un tamaño pequeño, al menos en sus inicios. Si su modelo de negocio despega, pueden convertirse en gigantes, como ocurrió con Amazon o con Google.
Son tres características esenciales de las empresas emergentes, en especial en las que son exitosas. En muchos casos, su modelo de negocio es innovador y está relacionado con la tecnología. Además, los productos o servicios que ofrecen tienen un diseño tal que puede modificar por completo el mercado. Pero no pienses que esto es mero azar, ya que es una forma de competir contra compañías grandes y asentadas.
Dadas las características que acabas de leer, su crecimiento se acelera. Es decir, tienen el potencial de hacerse con una importante cuota de mercado en pocos años. De hecho, este suele ser el objetivo de los emprendedores detrás del negocio. Al expandirse a gran velocidad, también se consolidan antes que sus competidores, a quienes terminan por desbancar.
La financiación de las emergentes se basa en el capital riesgo, porque es el único que les permite acelerar su crecimiento y que acepta el hecho de que puedan quebrar con relativa facilidad. Para evitar su desaparición, la estructura organizacional es flexible y ágil, algo que proporciona varias ventajas, como favorecer la escalabilidad de las operaciones o adaptarse a cambios repentinos del mercado en poco tiempo. A esto se suma la cultura, que suele ser abierta, centrada en la creatividad y la colaboración.
Las empresas tradicionales representan la columna vertebral de la economía. Como bien sabes, son organizaciones que se dedican a suplir las necesidades de la población, ya sea mediante productos o servicios. Y gracias a su actividad, generan puestos de empleo y valor para sus accionistas, en caso de tenerlos.
Por regla general, las compañías convencionales buscan un crecimiento estable y sostenible a lo largo del tiempo. Esto lo consiguen al operar en mercados establecidos por medio del fortalecimiento de su posición. De este modo, ofrecen seguridad a sus trabajadores, clientes e inversores, pues no van a asumir grandes riesgos o modificar de manera radical su modelo de negocio.
En cuanto a la estructura, la jerarquía es el rasgo más distintivo. Hay una cadena de mando bien definida y separada en distintos grados de autoridad y responsabilidad. Al organizarse así, se simplifica la gestión y la supervisión de equipos grandes. Igualmente, se fomenta un control riguroso de los procesos y se mejora la toma de decisiones. No obstante, con el tiempo este enfoque lleva a un aumento de la burocracia, que hará que la empresa se vuelva lenta..
La cultura corporativa es otra característica básica. A grandes rasgos, sirve para enfatizar el cumplimiento de las normas, incrementar la eficiencia y asegurar la fiabilidad de producción. Eso sí, lo normal es que encuentres un alto grado de personalización, es decir, las compañías parten de un eje más o menos común que adaptan a sus necesidades y particularidades.
Pese a que ambas organizaciones tienen un objetivo común, suplir alguna necesidad, se distinguen en varios aspectos. Sin embargo, ten en cuenta que una startup puede convertirse en una convencional con el tiempo. Al fin y al cabo, su mercado, que al principio era innovador y muy cambiante, se consolidará y el margen para el crecimiento será mucho menor.
Las emergentes tienen un enfoque mucho más centrado en la innovación, ya que es lo que les permite competir con éxito. Buscan de manera constante nuevas soluciones para satisfacer las necesidades del mercado, lo que les lleva a ir más allá de los límites establecidos. Por el contrario, las empresas tradicionales priorizan optimizar y mejorar sus productos desde una visión conservadora y menos arriesgada.
A este respecto, las compañías convencionales tienden a prevenir riesgos innecesarios. De asumirlos, causarían cierta conmoción entre los clientes, los inversores y los proveedores. Aun así, las startup asumen unos riesgos altos debido a su propia búsqueda del crecimiento rápido.
Se trata de dos grandes diferencias entre una startup y una empresa tradicional. Las primeras tienen un margen de crecimiento y escalabilidad mayor, porque desarrollan su actividad en mercados inmaduros. Al no estar desarrollados, hay mucho espacio para que una organización se expanda. Por su lado, las segundas buscan una mayor sostenibilidad y un aumento gradual tanto de sus operaciones como de su base de clientes.
El modelo de negocio y la monetización de productos y servicios de una compañía convencional está probado. Es decir, se sabe que se obtendrán unos rendimientos, dado que otras empresas lo han puesto en práctica. Pero ocurre lo contrario con las emergentes, que van probando distintas formas de generar ingresos en función de la situación.
Por último, la adaptabilidad al mercado es una distinción básica de las emergentes, que pueden modificar su estructura con rapidez mediante prueba y ensayo. Como ocurre en otros casos, las empresas de toda la vida, sobre todo las de mayor tamaño, no son muy ágiles. Para suplir este problema, compran otros negocios, lo que les ayuda a mantener su vigencia.
Como has visto, en un startup vs empresa tradicional no ganaría ninguna de las dos. Ambos modelos son viables y responden a realidades diferentes, una más inestable e innovadora frente a otra estable y predecible. Si quieres conocer más datos de ellas, en Cámara tenemos contenidos que te ayudarán. ¡Te invitamos a descubrirlos!