Ante el panorama económico que se maneja en la actualidad, el crecimiento se ha convertido en la estrategia empresarial clave para organizaciones de todos los tamaños y ámbitos de actividad. Numerosos aspectos, como la globalización o el auge de las nuevas tecnologías, han provocado que las compañías deban tener un cada vez mayor dinamismo.
Tradicionalmente, las compañías han optado por una competición permanente para alcanzar la máxima cuota de mercado y así obtener los mayores beneficios posibles. Sin embargo, el enfoque que se maneja en la actualidad es muy diferente. La coopetencia, o colaboración con la competencia, está en pleno auge.
La coopetencia surge de la fusión de dos palabras. Por un lado, competencia. Y, por otro lado, cooperación. Por lo tanto, expresa de manera clara su significado, ofreciendo un nuevo enfoque en el ámbito corporativo. Fueron los autores Barry J. Nalebuff y Adam M. Brandenburger quienes presentaron por primera vez este concepto en el año 1996. Lo hicieron en su libro “Coopetencia”, que explica un modelo de pensamiento innovador en relación a la teoría de matemática de juegos.
Esta teoría tiene como principal base la siguiente hipótesis: para que haya un ganador no tiene por qué existir un perdedor. El principal objetivo es que ambas partes salgan ganando con la estrategia, dando lugar a la formación de sinergias positivas a partir de la cooperación.
Uno de los tipos de coopetición más comunes y extendidos en la actualidad es la franquicia. Se conoce como tal a un acuerdo mediante el cual una determinada empresa, llamada franquiciadora, otorga procedimientos y métodos a otra, denominada, franquiciada, para la elaboración de un producto y/o la prestación de un servicio, a cambio de una compensación económica. Esta es una de las alternativas más demandas para expandir una marca a nivel internacional.
El intraemprendizaje es la relación que existe entre una empresa, por lo general de gran tamaño, y otra pequeña, cuya creación se favorece mediante parte de su equipo. La primera compañía se desintegra, dando lugar a una externalización, mientras que la nueva empresa es subcontratada por la matriz, la cual presta apoyo tanto técnico como financiero al nuevo proyecto.
La subcontratación está muy extendida en empresas de todo el mundo. Mediante un contrato escrito, la empresa subcontratista se compromete a la producción de productos o a la prestación de servicios para la empresa contratista. Luego, dichos productos o servicios son incorporados a la cadena de valor de la compañía cliente.
En cuanto a la licencia, es un acuerdo que se establece por contrato escrito, mediante el cual el licenciador otorga al licenciatario el uso de derechos o usos de propiedad industrial mediante patentes o derechos de autor, entre otros, a cambio de un beneficio económico.
Los acuerdos accionariales pueden ser de tres tipos distintos.
El término de complementador es lo opuesto a competidor. Nalebuff y Brandenburger explican que el hecho de que hayan tenido que implementar una nueva palabra es el mejor ejemplo del gran papel que desempeñan los complementos, los cuales han sido los grandes olvidados en las estrategias corporativas.
El competidor lo único que consigue es que la parte del pastel de la empresa sea más pequeño. Por el contrario, el complementador, aumenta la parte del pastel ya que aumenta el tamaño del pastel en su conjunto. Por lo tanto, los complementadores son aquellas compañías que producen productos o prestan servicios complementarios a los de una determinada compañía.
El mejor ejemplo para entender este concepto es el clásico de aquellas empresas que se dedican a la fabricación de ordenadores y las dedicadas al desarrollo de software. Como resulta lógico, cuantos más ordenadores existan en el mercado, más programas se adquirirán. Se da exactamente la misma situación entre los fabricantes de automóviles y de carretera, o entre las empresas fabricantes de dispositivos móviles y los operadores móviles.