Las cámaras estaban instaladas justo encima de la pizarra y escaneaban en tiempo real los rostros de los alumnos, enviando la información a un sistema informático. Dicha información se utilizaba para clasificar la expresión de los jóvenes: triste, feliz, decepcionado, asustado, neutro, sorprendido y molesto. De este modo, los expertos medían el nivel de concentración de los alumnos.
Una medida que no estuvo exenta de polémica, aunque a día de hoy en el centro se muestran muy satisfechas con ella. El director de la escuela Ni Ziyuan explica que los sistemas de reconocimiento facial en ningún caso interrumpen las clases y sirven para mejorar el rendimiento de los jóvenes.
En Occidente continúa habiendo un debate muy intenso acerca del reconocimiento facial ya que hay quienes apuntan a que “invade” de algún modo la intimidad de las personas. Sin embargo, la IA está en pleno auge en China y existen herramientas de lo más sorprendentes, como las aplicaciones para racionar el papel higiénico en los servicios públicos, identificar a personas morosas o apps para aliviar atascos de tráfico.
Los expertos señalan que durante muchos años China ha visto cómo Occidente tomaba la delantera en el ámbito digital. Pero todo parece indicar que el equilibrio de poder está cambiando a un ritmo de vértigo. En los últimos años Pekín se ha convertido en el principal protagonista en el desarrollo y la implantación de herramientas de la Inteligencia Artificial, lo cual se considera fundamental de cara al futuro.
Hay quienes afirman que el verdadero punto de inflexión tuvo lugar en el año 2017 con algo tan simple como una partida de ajedrez. El programa de IA Alpha Go desarrollado por Google consiguió ganar al chino Ke Jie, el mejor jugador a nivel global. Solo dos meses más tarde el Gobierno de China presentó un plan estratégico para hacer del país el líder mundial de la Inteligencia Artificial en apenas una década.
Wang Shengjin, profesor de ingeniería electrónica en la Universidad Tsinghua, está convencido de que actualmente el reconocimiento facial es la aplicación más madura y visible de todos los campos en los que se están trabajando. Esta es una tecnología ampliamente utilizada por los cuerpos de seguridad, especialmente en eventos.
Un claro ejemplo de la aplicación del reconocimiento facial por parte de las autoridades chinas se da en el Festival de la Cerveza de Qingdao. Esta herramienta permitió identificar entre los miles de asistentes a 22 personas que se encontraban en busca y captura por distintos delitos.
De cumplirse con las previsiones en los próximos años habrá 400 millones de cámaras de ese tipo en China. Una especie de “Gran Hermano” en la vida real.
Organizaciones como Human Rights Watch han denunciado en repetidas ocasiones de que mediante estos sistemas el Gobierno de China está vulnerando la privacidad de los ciudadanos. Sophie Richardson, directora de la organización en el país, explica que este tipo de actividades deberían estar completamente prohibidas hasta que China adopte un marco de protección.
Aunque hay quienes lo consideran así, lo cierto es que vigilar a los ciudadanos mediante herramientas de IA no es algo exclusivo de China. Un informe publicado recientemente señala que al menos otros 75 países están haciendo uso de ellas, entre los que se incluyen España, Francia, Alemania o Estados Unidos.
En el caso concreto de España, el CEIP determina que utiliza tanto tecnología de Estados Unidos como de China en diferentes campos, como el reconocimiento facial aplicado a la vigilancia inteligencia y la seguridad de las ciudades. Huawei es uno de los principales proveedores de tecnología de IA a España, junto con la estadounidense IBM y las españolas Herta Security y SICE.
Esto demuestra que la IA como método de vigilancia no es algo exclusivo en regímenes autoritarios o semiautoritarios. Es más, las democracias liberales, como es el caso de España, son unos de los principales clientes de las empresas que diseñan y desarrollan sistemas de vigilancia de Inteligencia Artificial.
Muchos de los proyectos actuales son ciudades inteligentes, en las que el Gobierno instala sensores, cámaras y otros dispositivos para recopilar información sobre los ciudadanos. Estos sistemas son de gran utilidad para gestionar el tráfico, pero también se utilizan como medida de vigilancia y seguridad pública.