La tecnología y la prevención son esenciales para minimizar los daños de una catástrofe natural. La combinación de ambas permite que la sociedad pueda recuperarse en poco tiempo y aprender de lo sucedido. De este modo, se inicia un ciclo de mejoras que contribuirán a reducir las pérdidas, en especial las de vidas humanas.
El papel que juega la tecnología en la gestión de catástrofes es fundamental, al igual que en su prevención y mitigación. Ten en cuenta que sus aplicaciones ayudan a salvar vidas, disminuir daños y optimizar los trabajos de recuperación. Para comprobar su eficacia, basta con ver las mejoras que se han conseguido en la coordinación de los operarios.
Además, las herramientas tecnológicas pueden desplegarse en todas las etapas de un desastre, así como en su prevención. Gracias a un radar, por poner un ejemplo, es posible determinar si se está formando un huracán o una tormenta. Con esta información, que se recaba en tiempo real, se puede controlar la evolución del fenómeno y avisar si se desata una emergencia.
Junto con lo anterior, la tecnología es vital en este sentido porque facilita la llegada de ayuda. Ya sea de voluntarios, víveres o el ejército, sin ciertos avances no sería posible efectuar los desplazamientos. Y no solo eso, sino que se vuelve más fácil determinar los lugares más afectados para actuar con la mayor eficiencia.
Sin duda, uno de los aspectos en los que la tecnología es más útil es en la prevención. La clave está en que consigue que las personas se anticipen o preparen para los acontecimientos. Una vez pase lo peor, se podrá analizar el desarrollo de la catástrofe para estudiar lo sucedido y tomar las medidas adecuadas para el futuro.
Buena parte de la prevención se hace a través de la predicción, ya que algunos fenómenos naturales son cíclicos. Distintas herramientas, como los satélites, los sistemas de alerta temprana o los modelos de simulación climática permiten descubrir patrones. Al conocerlos, tomarás mejores decisiones, pues serás consciente de que se repetirán en una época concreta.
En cuanto al análisis, después de la catástrofe llega el momento de analizar sus posibles causas y consecuencias. El objetivo es evitar que los errores cometidos se repitan, lo que mitigará riesgos futuros. Dado que en la actualidad hay multitud de fuentes de datos, recabar la información del suceso es más sencillo.
Asimismo, tecnologías relativamente novedosas, como el machine learning, aumentan la calidad y profundidad de cualquier análisis. Las herramientas dotadas con los algoritmos apropiados pueden analizar a fondo lo que ha sucedido y relacionarlo con los datos históricos disponibles. ¿Qué obtienes con esto? Entender que los fenómenos meteorológicos, por ejemplo, tienen lugar en ciclos de tiempo muy largos que abarcan siglos o milenios.
Puesto que la mayoría de las catástrofes solo se pueden mitigar, la respuesta que se dé a sus consecuencias debe ser ágil. Cuanto más se tarde en actuar, mayores serán los daños, tanto materiales como en vidas humanas. Por consiguiente, las tecnologías que facilitan llegar a sitios difíciles o encontrar a personas desaparecidas son esenciales.
Pero no hay que quedarse aquí, ya que la gestión de los operativos sigue siendo crucial. De nada sirve desplegar una impresionante fuerza de rescate si no está coordinada, porque las personas acabarán por estorbarse las unas a las otras. Esto hará que pierdan el tiempo y que no lleguen a todas las zonas afectadas, con los efectos negativos que conlleva.
Una vez en tierra, las tecnologías de rescate entran en acción para salvar vidas o impedir que una estructura se caiga. Estas simplifican achicar agua, apuntalar un edificio, extraer una persona de un sitio de difícil acceso o reconocer el terreno. Gracias a ellas, los operativos que participan en los rescates aumentan sus sentidos y capacidades.
Para mejorar los resultados, se deben combinar las tecnologías posibles e, incluso, recurrir a la innovación. En ocasiones, una emergencia exige la búsqueda de nuevas soluciones. Al fin y al cabo, un desastre provoca todo tipo de problemas, muchos de ellos relacionados con la falta de recursos. Piensa que no vas a trabajar en una situación óptima, lo que agudizará el ingenio a la hora de usar la tecnología disponible.
Más allá de la tecnología predictiva y de otros tipos, tras la catástrofe llega la recuperación y rehabilitación. La zona afectada debe volver lo antes posible a la normalidad, pues las consecuencias de no hacerlo son muy negativas. Si una región muy industrializada desaparece de la noche a la mañana, toda la economía de un país puede llegar a sentirlo.
Por medio de tecnologías, es más fácil determinar qué edificios se pueden salvar y volver a poner en funcionamiento las vías de comunicación. Poco a poco, la vida vuelve a su curso, aunque quede el recuerdo de lo que ocurrió. Asimismo, se van implementando mejoras para soportar futuros eventos adversos.
Una de las tecnologías más útiles en desastres recientes son los drones. Tanto en lo acontecido con el volcán de la Palma como en las inundaciones de Valencia, estas máquinas voladoras han demostrado sus excelentes capacidades. Reconocen el terreno, pueden adentrarse en lugares angostos o trasladar pequeñas cargas hasta donde sea preciso. Todo debido a su sorprendente maniobrabilidad y su reducido tamaño.
Los robots de auxilio, como los fabricados por Boston Dynamics, salvan vidas. Tienen forma de perro y se mueven sin problemas sobre terreno difícil. Si existe peligro de derrumbe, por ejemplo, uno es suficiente para analizar el área sin que los operarios corran riesgos. Sin duda, una tecnología ante los desastres naturales muy práctica.
Como has podido ver, la tecnología y prevención van de la mano cuando se producen catástrofes. Existen diferentes herramientas y aplicaciones para actuar en cualquier momento y en el menor tiempo posible. Además, mejorarán con el paso de los años. En Cámara te ofrecemos otros contenidos para conocer las últimas innovaciones. ¡Échales un vistazo!